martes, 8 de junio de 2010

Las mañanitas de Abril


Dicen que no hay lunas mas hermosas que las lunas de Octubre, ni mañanas mas lindas que las mañanas de Abril.
La luna siempre me ha cautivado, sea del mes que sea, sin embargo no es la luna la que ha acudido a mi encuentro al apagar la luz y dejar que mis recuerdos dancen alrededor mío.
Cuando era niña, en mi ciudad había una tradición que esperábamos con ansia en el barrio: Las mañanitas de Abril.
Todavía las sombras de la noche no se escondían y ya una maraña de cabezas a medio peinar y ojos medio dormidos se amontonaban buscando  un poco de calor en la fresca madrugada. Risas solapadas, murmullos, empujones eran el preludio de toda la energía contenida que se dispararía apenas llegaramos al bosque cercano.
La aventura se repetía día con día, durante todo el mes. No había nada extraordinario salvo la extraordinaria experiencia de sentirnos vivos, libres y extremadamente felices.  No había restricciones, límites ni miedos, las únicas recomendaciones que nos hacían nuestros padres eran, "te comes todo lo que llevas", "no rompas el pantalón", "no pierdas la chaqueta".
Lo que más disfrutábamos era ver el amanecer, cansados, sudorosos y orgullosos de ir tachando en el calendario cada día, y mostrando cada magulladura, raspón o herida aderezada con una que otra mentirilla para hacerla más interesante.
El único peligro que corriamos era encontrarnos con las parejas de adolescentes más osados que se atrevían a dejar los grupos para internarse en un juego de abrazos y besuqueos.
No recuerdo en que momento esa tradición fué perdiéndose, ni cuando fué la última vez que yo participé; tal vez he borrado ese recuerdo pues no quiero enfrentar un bosque más obscuro que el de mis aventuras. Al dejar que se perdiera, dejamos también que se perdiera la inocencia, instalamos el miedo en lugar de la emoción, cerramos la puerta a la libertad y le pusimos cerrojo.
Me siento afortunada de haberlas vivido, pero culpable por no haberlas mantenido. Es ahora cuando evoco esos momentos que me pregunto, ¿Dónde quedaron esos niños aventureros?, sin miedos, sin arrepentimientos, sin ataduras.
¿Cuándo volveré a sentir ese aroma a inocencia?. ¿Cuántos girones de mi espíritu quedaron entre las ramas de ese bosque?
¿Cuándo mi ciudad volverá a vivir una limpia mañanita de Abril?



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