viernes, 17 de febrero de 2012

LA PAZ MUNDIAL


A lo largo de mi vida como terapeuta y como docente, he tenido la oportunidad de conocer personas maravillosas que me han enseñado a ver la vida desde diferentes ángulos. 
He conocido también personas de diversas edades que me han permitido adentrarme en los caminos de la creatividad y me han regalado momentos de deleite, de tristeza, de alegría o de reflexión a través de sus relatos, escritos, crónicas o poemas.
En esta ocasión transcribiré un poema que mi querido alumno Isaac Orozco escribió en menos de 30 min. en la clase de Orientación y Tutoría. 
Creo que es el grito desesperado de una juventud que vive encerrada entre las rejas de la inseguridad, de la delincuencia y de la indiferencia humana. Pero a la vez es un rayo de esperanza, pues mientras existan jóvenes con esta sensibilidad no todo está perdido.

 LA PAZ MUNDIAL

Bromeaba el sol negro
y soplaba el viento;
estallidos por aquí,
estallidos por allá
y el planeta en paz
¿Cuándo estará?
Las cenizas cubrían el cielo
los cuerpos amontonados
sobre el pavimento
y la lágrimas escurridas
sobre los sueños
de los inocentes.
Termina todo
¡como en cualquier ciclo!
Pero esta vez
salimos sonriendo,
como el sol que cubre los mares
y la arena que cae..........del viento



jueves, 2 de febrero de 2012

Así aprendí a vivir (Tomado del muro de mi querida Siberia)




Aprendí a mirar las estrellas, alumbrando los sueños con ellas. A mirar los colores del viento y a sentir el sabor del silencio.
Aprendí a encender ilusiones y a escuchar hablar los corazones, con palabras calladas, con matices de mil sensaciones.
Cuando un día, el dolor tomó mi mano, conocí de frente a la tristeza, la pena y el llanto se marcharon, al sentir el amor y su grandeza.
La soledad, querida compañera, la que con tanto miedo rechazaba, me mostró la paz y la armonía de los momentos que con ella estaba.
Comprendí, el sentido de la vida, viviendo el amor y la desdicha, sintiendo la alegría y la tristeza, conociendo lo breve de la vida.
Aprendí el valor de la paciencia, a calmar los vientos de mi ira, a llenar con mares de esperanza las zonas más oscuras de mi vida.
Es así, que aprendí a vivir.