Cuando era niña la llegada de la época navideña no quedaba instaurada hasta que mis padres nos llevaban a visitar los puestecitos del centro. Un conjunto de puestos que cada Diciembre se instalan en mi ciudad donde se vende todo lo necesario para la colocación del nacimiento y del árbol navideño.
Caminar entre los puestos, ver las luces y aspirar el aroma del musgo y la gobernadora, de los hot cakes con la lechera, buñuelos rellenos de cajeta o las gorditas de azúcar, así como el champurrado y los churros era el banderazo que nos anunciaba el inicio de los festejos decembrinos.
Desde que tengo memoria recuerdo las visitas a los puestecitos, algunas veces después de ver las peregrinaciones de los fieles hacia el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe y, si la economía lo permitía, algunas veces comíamos antes unos tacos sudados frente al Santuario.
Mis recuerdos navideños de la infancia se trenzan en el ir y venir de aromas, gritos de vendedores, frío, abrazos protectores y algarabía de chiquillos deseosos de iniciar lo que culminaría en la visita del viejecillo gordo de traje colorado.
Por esos azares del destino las visitas a los puestecitos ( así conocidos en diminutivo), se fueron espaciando y, aunque cada navidad regresaba al terruño a pasar las fiestas con mi familia, por diversas razones cada vez fueron menos hasta que desaparecieron por completo;
sin embargo no dejaba de añorarlas, recordando de tanto en tanto como en compañia de mis padres y hermanos en un tiempo, y de sobrinos e hijos en otro íbamos a veces incluso sólo a permitir que se nos metieran entre los poros los olores a gobernadora, heno y champurrado.
Hoy después de muchos años volví a visitarlos y en cuanto crucé el primer puesto el corazón se me inundó de melancolía y sentí lo que dijo tan sabiamente mi sobrina Liliana, "apenas llegas aquí y huele a Navidad".
Hoy regresé como hace muchos años lo hacía tomada de la mano de mi madre, pero hoy invertimos los papeles; no era ella la que me protegía de las masas que de pronto se arremolinaban en casa puesto, era yo o mi hermana Gaby que la cuidábamos para que paso a paso pudiera admirar todo lo exhibido. Ahora éramos nosotros las que le preguntábamos ¿Quiéres heno, gobernadora, musgo? éramos nosotros las que contemplábamos el rostro de mi madre recorrer con emoción cada puesto.
Hoy revivimos el pasado, no importó la inseguridad de nuestra ciudad, no importó el calor agobiante que hos hace dudar por momentos que estemos en Diciembre y a unos días de la llegada del invierno. Hoy tomadas de la mano mi madre y yo traspasamos el umbral de los recuerdos y nos convertimos otra vez en una niña jubilosa y una mujer adulta disfrutando del momento, ¿Quién fué quién? no importa, hoy simplemente aspiramos el aroma a Navidad.
La emoción de tus recuerdos, como de costumbre, se mete en mi piel y me estremece lindo, me sacude, me retrotrae a mi infancia, vivida tan distante a la tuya, con otros olores, con otros colores, pero con un punto en común: La Navidad nos vuelve niños, y la nostalgia nos gana el alma.
ResponderEliminar¡Feliz Navidad amiga querida, que Dios renazca en tu corazon inundante de luz y felicidad! Un fuerte abrazo, Dora
Amiga querida que gusto y emoción me deja el tener noticias tuyas. Te dejo un abrazo muy grande deseandote lo mejor en estas fiestas.
EliminarHOLA ARLU: CUANTA ALEGRIA DE VOLVER A ESTAR CONTIGO, EN VERDAD EXTRAÑABA TUS COMENTARIOS. YO TAMBIÉN ME HE DEJADO UN POCO, PERO LO BUENO ES SABER QUE ESTAMOS NUEVAMENTE.-
ResponderEliminarUN GRAN BESO Y QUE ESTAS NAVIDADES COLMEN TODOS TUS DESEO.-