martes, 13 de julio de 2010

Eternamente de color tristeza





Las tardes grises de invierno son las que me recuerdan a  Rocío, no tengo idea cuando la nostalgia se anidó en el corazón de aquella muchacha de lindos ojos color tristeza; tal vez nació con ella metida en los huesos, o se le fue colando de a poco hasta que le cubrió por completo y le dejó el corazón lleno de suspiros.
Rocío lloraba bajito por las noches añorando una vida que se le había perdido en los recovecos de un matrimonio bien planeado y esperado..  por su padre.
Fué nuestra vecina por casi 3 años, su esposo era un hombre alto, guapo, de refinados modales. Casi 20 años mayor que Rocío,  la  trataba con un dejo de displicencia, que disimulaba con frases melosas y palmaditas que no reflejaban cariño alguno.
Cuando llegó al vecindario, recién casada, era una muchacha callada pero muy bonita, casi de la misma edad que mi hermana mayor, pero mientras ella vivía conforme a sus 19 años, aquella languidecía conforme a los 40 que cargaba como una pesada losa sobre su atormentada alma.
Mi casa era el único lugar al que se le permitía ir sin supervisión; si su marido hubiera sabido que mi madre se hacía de la vista gorda cuando mis hermanas la integraban al grupo de sus amigas y bailaban al compás de la música de moda, tal vez hubiera levantado la ceja izquierda y sin mucho aspaviento la hubiera llevado tras esas paredes que escondían la verdad que pocos conocían pero que muchos sospechaban.
Rocío tenía una habilidad para transformarse asombrosa, de pronto la veía reír como una joven sin preocupaciones, aunque sus lindos ojos no perdían su eterno color tristeza, y  un segundo después era una mujer madura intercambiando recetas con mi abuela.

Aprendió a flotar como un fantasma, para pasar desapercibida; lo que nunca aprendió fué a dejar de sentir cómo día tras día se le iba agrandando el vacío que le dejaba su espíritu al ir escapando por las rendijas del hastío, la desolación y la deseperanza.

Por las noches lloraba bajito, creo que las lágrimas que se le quedaban prendidas a las pestañas eran las que mantenían sus lindos ojos con ese eterno color tristeza.
Añoraba algo que nunca había tenido y sin embargo extrañaba como si su memoria hubiera robado a otra sus recuerdos y  los hubiera acomodado entre sus poros.

Tenía tanto que agradecer; una bella casa que su marido había decorado a su gusto; el de él; pues ella no tenia clase.
Un hombre que constantemente la corregía pues ella era tan tonta, que le evitaba hacer el ridículo y la mantenía entre 4 paredes mientras el tenía que cumplir los desagradables deberes sociales en fiestas y reuniones. Pero todo esto era por su bien y porque, como le repetían sus padres constantemente, era a lo más que podía aspirar una muchacha de su posición.

Entonces, ¿porque se sentía tan vacía?, ¿porqué las palabras de su esposo, más que amor, le hacían sentir como si le golpearan la dignidad? ¿porqué se sentía como guiñapo?

Ninguno de estos pensamientos sobrevivían el amanecer, pero se alimentaban de cada segundo del día y renacían noche tras noche cobijados por las sombras.

Durante 3 años fue nuestra vecina, yo les juraba a mis padres que se estaba volviendo transparente, y aunque ellos también lo pensaban, no podían darle la razón a una mocosa de 10 años.
Una noche llegaron a despedirse, se mudarían a otra ciudad. Recuerdo al marido con sus modales refinados y a Rocío la recuerdo sonreír avergonzada mientras se secaba apresuradamente una lágrima, disculpándose después que su marido comentara lo tontita y ridículamente sentimental que era su adorada mujercita.
La recuerdo mirandome apenas, lo suficiente para ver por última vez  sus lindos  ojos eternamente de color tristeza........................................





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