Hace algunos años Dios me permitió conocer a una muejer maravillosa, de esos seres de alma pura que te hacen mejor persona aún sin darte cuenta.
La tía Rosa (tía de mi marido) enfermó gravemente y poco antes de morir escribió este hermoso poema que ahora me atrevo a adaptar al cumplirse el primer aniversario del cobarde asesinato de mis queridos Héctor y Carlos.
¿Muertos? ¡Oh no!, hemos pasado más allá de las
sombras,
A la luz clara y plena.
Libres para siempre de nieblas, tormentas y
penumbras,
a un mundo
de calma y brillo.
¿Durmiendo? ¡Oh no! Llamados a un dulce despertar
De un día celeste sin nube alguna.
Inmóviles no, en marcha desde la ruda tierra
al camino donde nos lleva el Rey de reyes
¿Silenciosos? ¡Oh no! Sino sólo dejando atrás a los que aquí nos
oyen
para ir a cantar el dulce cantar del cielo.
Solitarios no, sino amados y amando hasta lo sumo
en medio de seres de blancas vestiduras.
¿Olvidados? ¡Oh no! Manteniendo las dulces
remembranzas
de
aquellos queridos que hemos dejado por un tiempo,
y desde ya, felices mirando el feliz reencuentro
de esas manos que se estrechan y esos labios que
sonríen.
¿Muertos? No, muertos no, sino más allá de todo
temor de muerte
y alejados ya por siempre de dolor alguno.
No digas que hemos muerto; es JESÚS quien nos ha
llamado
A vivir por siempre y para siempre
No hay comentarios:
Publicar un comentario