domingo, 31 de octubre de 2010

DIA DE MUERTOS


Una de las tradiciones mas bellas de mi país es el día de muertos. Esta celebración inicia el 1° de Noviembre, día de todos los Santos y, en México, llamado día de los muertos chiquitos, pues este día según la creencia, se les permite a los niños fallecidos  visitar a sus seres queridos; y culmina el 2 de Noviembre con la conmemoración del día de los muertos mayores o los adultos fallecidos.
La atemporalidad  que gozan los que se nos adelantaron en el camino los llevan a mantenerse en la misma edad eternamente, así es que un niño siempre nos visitara en día primero; a nuestros seres queridos los recordaremos con la misma edad a pesar del paso de los años.
Recuerdo cuando era niña, y no teníamos en la familia muchos muertos durmiendo en el camposanto, los altares eran algo ajeno en mi vida.
Sin embargo al morir mi mamá Cuca, las visitas al cementerio y la celebración del día de muertos empezó a tener un significado para mí.
Recuerdo el primer año posterior al fallecimiento de mi abuela materna, acudimos al panteón junto con mis tíos, tías y primos. Mientras mi papá lavaba la lápida, y mi mamá y mis tías sacaban la comida que llevaban, mis primos y yo corríamos aquí y allá, siempre respetando no caminar sobre las tumbas, mucho menos sobre aquellas que no tenían lápida y que sólo un montón de tierra y una cruz de madera hacía referencía que ahí descansaba quien había sido antaño un padre, una madre, un hijo o... en fín, alguien que ya no estaba presente en este mundo. Si lo hacíamos nos llevabábamos una fuerte reprimenda, y tal vez un coscorrón de mi abuelo paterno (mi papá Juan). "Respete a los muertos, carajo" era la frase que invariablemente nos decía.
Al final de la visita, nos esperaba lo mejor, las largas cañas de azúcar que nos compraban, las que pelábamos con los dientes, y aprovechábamos para demostrar nuestra destreza la cual consistía en dar un fuerte jalón para traernos la piel con la que está cubierta la caña sin cortarnos, pues aparte de ser dolorosísimo, nos bajaba puntos en la admiración que queríamos despertar en mi papá Juan.
Casi al caer la tarde, después de una larga jornada que había iniciado a las 7 de la mañana, llegábamos a la casa  cansados, pegajosos y felices de haber vivido esa tradición, que año con año repetíamos.
Al correr de los años, las visitas y la celebración fueron mermando, murió mi papá Juan  y no volvimos a ir más.
Ahora en los cementerios de mi ciudad ni siquiera lápidas con imágenes hay, sólo pequeñas placas con los nombres de nuestros seres queridos, son más elegantes, dicen.
Desde hace varios años he querido revivir la tradición con mis hijos, aunque sea la de levantar un altar para  honrar la memoria de mis abuelos, de mi querida hermana y este año, entre sentimientos encontrados, lo colocaré para que mis queridos hijos me visiten y "coman" lo que más les gustaba.
Sonrio con melancolía y un dejo de tristeza al imaginarme la cara de mi Héctor cuando saboreé el mole que le voy a preparar, o de mi Carlos cuando le ponga un plato con un montón de pistachios para que  los disfrute.
Ahora los acompañará mi hermana y tal vez mis abuelos. Mis nietos andarán corriendo alrededor del altar, pero con mucho cuidado no quiero que de pronto "alguien" les de un coscorrón o les diga "Respete a los muertos.. carajo"......................................................................


lunes, 25 de octubre de 2010

Los motivos del lobo

Este regalo me pidió mi querida Tinker (Pinki) que lo publicara para una amiga mutua;
para una persona muy especial.
Esto es para ti Mercy, te lo dedica Tinker (Pinki)

LOS MOTIVOS DEL LOBO

El varón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces de furia, los ojos de mal:
¡el lobo de Gubbia, el terrible lobo!

Rabioso, ha asolado los alrededores;
cruel, ha deshecho todos los rebaños;
devoró corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertos y daños.

Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de corderillos.

Francisco salió: al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al lobo furioso dijo: "¡Paz, hermano
lobo!" El animal
contempló al varón de tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: "!Está bien, hermano Francisco!"
"¡Cómo! exclamó el santo. ¿Es ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?"

Y el gran lobo, humilde: "¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
¡Y no era por hambre, que iban a cazar!"

Francisco responde: "En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace, viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!"

"Esta bien, hermano Francisco de Asís."
"Ante el Señor, que toda ata y desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata."
El lobo tendió la pata al hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.

Fueron a la aldea. La gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo fiero,
y, bajo la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un cordero.

Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y dijo: "He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios." "¡Así sea!",
Contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal contentamiento,
movió la testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco de Asís al convento.

Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
los claros ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte, descendía al valle,
entraba a las casas y le daban algo
de comer. Mirábanle como a un manso galgo.

Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el espanto en los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si estuviera
fuegos de Moloch y de Satanás.

Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos los buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del demonio.

Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.

"En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote dijo, ¡oh lobo perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?

Contesta. Te escucho."
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo fatal:
"Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
 
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.

Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu santidad."

El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: "Padre nuestro, que estás en los cielos..."
Rubén Darío







martes, 19 de octubre de 2010

¡Ven amigo!


El domingo llevé a mis nietos a desayunar, después de ordenar nos dirigimos al área infantil donde inmediatamente los 3 corrieron a disfrutar del tobogán, la pequeña casita, y todos demás juegos, pero sobre todo corrieron a disfrutar de la compañía de otros chicos que ya se encontraban allí.
Apenas habían pasado unos minutos cuando escuché a uno de los niños decirle a Carlitos "Ven amigo por acá"; al oirlos pensé en lo fácil que es para los pequeños entablar relaciones con sus iguales.
En un momento en el que se acercaron a tomar un poco de refresco les pregunté cómo se llamaba los niños con los que estaban jugando y Alex, el más pequeño me contestó "Se llaman amigos".
No pude evitar remontarme a mi niñez, recordé cuántas veces conocí a niños y niñas que se llamaban "amigos", cuántas experiencias  maravillosas viví al lado de esos desconocidos con los que, al imaginar inumerables aventuras, me unió un vínculo único que duró apenas unas horas pero que perduró a través del tiempo y el espacio arrinconado en mi cúmulo de recuerdos.
Con algunos amigos viajé a lugares insospechados, con otros fui princesa o plebeya daba igual pues las diferencias de clases sólo servían para identificarnos en el momento, pero esas etiquetas se quitaban y ponian de acuerdo al tiempo que durara la hazaña compartida.
En esos años de inocencia no hay ataduras que nos limiten ni prejuicios que nos encuadren. Sólo existe el deseo de compartir lapsos de infancia que nos sirvan después, aún sin saberlo, para aliviar momentos de solitaria melancolía.
¿Qué hilos se mueven para convertirnos al pasar de los años, en adultos desconfiados y huraños?
¿Porqué no puedo llamar amigo a quien acabo de conocer?
Si amigo es aquél con el que hay entendimiento mutuo, con quien se comparten actividades, hay preocupación e interés por el otro, ¿no sentíamos todas esas cosas cuando peleábamos codo con codo con nuestros compañeros de mil batallas?.
Nos preocupabamos si se lastimaba, compartíamos el gusto por correr sin otro fin que el sentirnos en armonía con el mundo, nos entendíamos a la prefección, pues ningún escritor podría tejer una historia tan bien estructurada como la que formabamos entre todos los protagonistas.
El único problema de esas amistades era el momento de despedirse, pero aún en esos momentos el gozo compartido era tal que nunca nos despedíamos con dolor, ni siquiera nos preguntábamos si nos volveríamos a ver, el mañana no importaba sólo el presente.
El hilo que desenredaba mis recuerdos fue abruptamente cortado cuando escuché a uno de mis nietos gritar "Ven amigo, yo te ayudo", de  pronto mis tres pequeñitos volvieron sus caritas sonrientes hacia mí, nuestras miradas se encontraron, mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar que hacía apenas 3 meses su padre y su tío aún estaban con nosotros.
Que tristeza que la inocencia se acabe, que las risas se transformen en ráfagas de fuego.
Si tan sólo pudiesemos volver a escuchar, volver a decir "Ven amigo"...........................................

sábado, 16 de octubre de 2010

Felicidades a las madres argentinas

Felicidades a todas mis amigas argentinas, espero que este día y todos los días sean regaladas con el amor que se merecen, las quiero mucho

jueves, 14 de octubre de 2010

He visto un milagro


Ayer fui testigo de un suceso que me impactó sobremanera, de hecho desde hace 2 meses en que inició esta historia no he dejado de sentirme sobrecogida al observar el temple, la valentía y el amor a la vida de 33 hombres que vivieron una aventura que hoy no llega a su fin, sólo termina un capítulo.
No pude evitar emocionarme hasta las lágrimas cuando ví aparecer al primer minero; Florencio Ávalos. Le siguió Mario Sepúlveda con su característica alegría y cargando regalos cual papá Noel celebrando la Natividad.
La Madre tierra se estremeció al dar a luz a 33 hijos que tuvo guardados en sus entrañas, y como muchas otras madres, abrió las alas y los dejó ir al encuentro de sus propias historias.
De tanto andar en la mina se volvieron poco a poco de roca sin darse cuenta, hasta una tarde en que el suelo se volvió hacia sí mismo y cerró sus fauces enfrentándolos y poniendo a prueba su entereza. Sin duda salieron victoriosos.
Ayer fuí testigo de un milagro, desde hace más de 3 meses diariamente el gran pueblo Chileno me regaló muchos milagros más.
Un pueblo que nunca se rindió, que sufrió  un sólo dolor, que supo transmitir al mundo lo que se puede lograr cuando se ve más allá del propio horizonte.
Chile le ha agregado 69 días a su historia.
Definitivamente he visto un milagro........................ 

miércoles, 6 de octubre de 2010

Nada es para siempre





Hace algunos días leí la tan conocida frase  "Nada es para siempre", este mensaje dió muchas vueltas en mi cabeza sin saber a ciencia cierta  porqué a pesar de haberla leído o escuchado tantas veces, especialmente ahora me había impactado de tal manera que no podía olvidarla.
Reflexionando me di cuenta que durante toda nuestra vida estamos iniciando y terminando ciclos;  todo tiene un principio y un fin, estamos siempre entre el alfa y el omega.
Inciamos relaciones que van creciendo en afectos, que se mantienen y que poco a poco van quedando marginadas devoradas por la rutina diaria, por la distancia o simplemente por que su ciclo se va cumpliendo y tienen que dar paso a otras que van brotando como semillas que caen en tierra ávida de dar vida.
En éste mundo cibernético surgen chats, blogs, foros que poco a poco se van llenando de visitantes, tienen su cúlmen y después van quedando en el olvido luchado por mantenerse.
Vamos por la vida de principios a finales, escuelas, lugares de residencia, trabajos.
Nos cuesta más  terminar algunos ciclos que otros, algunas veces sentimos que se nos desgarra el alma cuando debemos caminar sin mirar atrás para abrir una nueva puerta, otras veces sólo es la nostalgia de despojarnos de un traje muy querido pero que ya está gastado, nos queda justo o de tanto vestirlo ya nos aburre.
Sin darnos cuenta desde pequeños aprendemos que vivimos en un eterno inicio y término. Recuerdo que tenía 6 años cuando recibí de regalo unas zapatilas de plástico transparente con suela de plataforma la que tenía dentro mucho trocitos de pástico de colores de tal manera que cuando caminaba sonaban como cascabeles. Me gustaban tanto que no me los quería quitar ni para dormir; más de una vez mi deseo de escuchar el cascabeleo que producían cuando corría ocasionó que mi flacucho cuerpo cayera acompañado de mi vergüenza y el camanilleo de mis pies al aire.
De tanto usarlos pasó lo que me temía. una de mis zapatillas se rompió y perdió todo su encanto; por un hoyito salierno todos los canutillos de colores. Aún así yo insistía en usarlos hasta que un trozo de plástico me razgó la piel. Mi mamá ya no me dejó usarlos y me ordenó que los botara. Yo me negaba a deshacerme de ellos, le suplicaba que me permitiera quedarme con ellos aunque no los usara más. No la convencí; Ese día acabó el ciclo de mis zapatillas, tuve que decirles adiós y quedarme solamente con el recuerdo del tintineo que producían.
Lloré mucho por ellas pero mi padre me dijo que llorar no me las devolvería, que diera la vuelta a la página, diera ese suceso por conluído, y cerrara el círculo para poder disfrutar de lo nuevo que llegaba.
Después de ese episodio hubo muchos ciclos más. Disfruté con el comienzo y sufrí con la conclusión.
Reflexionando me dí cuenta que este proceso nos ayuda a crecer, a madurar siempre y cuando cerremos el círculo y disfrutemos de lo nuevo. Ese es el ciclo de la vida; nacemos crecemos y morimos.
Ya lo decía Heráclito de Efeso, "Nadie se baña dos veces en el mismo río", todo cambia y nada permanece.
Cerrar círculos no quiere decir olvidar, quiere decir concluir una etapa, renacer, con algunas cicatrices que nos recuerdan que sufrimos pero que sobrevivimos, con nostálgicos recuerdos, con heridas que aún sangran, con ausencias y desencuentros, pero al fin y al cabo con la certeza que aunque "Nada es para siempre" y el desprendimiento nos duele, es mejor el recuerdo que nos deja lo vivido que la ignorancia de lo que no ha sucedido..........................................